Por Miguel Zúñiga Valdés.
Sin duda, una de las aristas más controversiales dentro del aula es el Canon Escolar, el cual determina los textos que serán leídos por los estudiantes a lo largo del semestre. Cuando asistía al colegio existía una serie de textos literarios que todos teníamos leer. Aún más, algunos solían repetirse a lo largo de los años. Personalmente, creo que es correcto tener una base para construir sobre ella, pero el profesor debe agregar o quitar textos según las necesidades de los estudiantes.
Uno de los textos leídos en el ramo es el escrito por Pedro Cerrillo Torremocha, llamado: Canon Literario, Canon Escolar y Canon Oculto. Abarca los procesos necesarios que debe hacer el profesor para recomendar libros pertinentes a los estudiantes, la dualidad de opiniones frente a los textos clásicos y entrega sus ideas frente al tema.
En este sentido, Cerrillo afirma que existen tres cánones dentro de estos procesos, los cuales están en una continua disputa entre las diversas entidades educativas. Según Cerrillo, el profesor debe juzgar, en primer lugar, el Canon Literario para descartar cualquier texto que no aportaría aspectos relevantes para los estudiantes, luego comparar estos textos con el Canon Escolar para confirmar las necesidades de los estudiantes y finalmente el Canon Oculto.
Este último es el que más varía entre escuelas, ya que son los Profesores de Lenguaje de estas los que lo determinan, haciendo una especie de consenso secreto. En mi colegio, por ejemplo, en los ramos Humanistas solían repetirse algunos textos en los semestres, siendo el más frecuente: Rayuela, de Julio Cortázar.
Siguiendo estos pasos, como profesor en formación, puedo formar una idea de cómo recomendar textos relevantes para los estudiantes de X curso, permitiendo escoger entre un sin número de autores. Sin embargo, me pregunto ¿por qué todos y sin excepción vuelven a los clásicos en algún punto del proceso educativo a los textos clásicos?
Sin duda, es necesario que los estudiantes lean los clásicos, según Ana María Machado (2002: 37-38):
Cada uno de nosotros tiene derecho a conocer –o al menos saber que existen– las grandes obras literarias del patrimonio universal: La Biblia, la mitología grecorromana, la Ilíada y la Odisea, el teatro clásico, el Quijote, la obra de Shakespare y Camôes, las Mil y una noches, los cuentos populares (...) Varios de esos contactos se establecen por primera vez en la infancia y juventud, abriendo caminos que pueden recorrerse después nuevamente o no, pero ya funcionan como una señalización y un aviso.
En mi opinión, estoy totalmente de acuerdo. Existen obras literarias que todos deberían leer y disfrutar y no hay mejor momento para leerlos que en la juventud, esperando que los motive a seguir leyendo textos similares. Sin embargo, los estudiantes no piensan lo mismo, después de todo los libros antiguos y largos (con un lenguaje extraño para ellos) no les llama la atención.
En este sentido, Cerrillo entrega algunas soluciones al problema de los clásicos, teniendo en cuenta los gustos y necesidades de los estudiantes. Los profesores deben buscar adaptaciones de clásicos para que los estudiantes lean, con un lenguaje más simple y una historia más concisa, pero siempre haciéndoles saber que existe el original y deberían leerlo para obtener la experiencia completa. Al mismo tiempo el autor recomienda lecturas fragmentadas, lo cual ocurre frecuentemente hoy en día gracias al libro de clases que entrega el gobierno, el cual trae diversos fragmentos de los clásicos.
En cuanto a mis experiencias en las prácticas a lo largo de los años, puedo afirmar que lo más cercano a lo propuesto por el autor que ocurre en los colegios es la lectura de los clásicos por medio de fragmentos. Al ser cortos y de las mejores partes de los libros, los estudiantes las leen a gusto y comparten sus opiniones sobre este. Por otro lado, los textos que los alumnos deben leer para las evaluaciones son los mismos que yo debía leer años atrás, y por supuesto que nadie quiere leerlos. Muchos estudiantes si leen, pero solo historias de Wattpad o Fanfiction.net.
Para terminar, pienso que lo propuesto por el autor es relevante para nosotros los futuros profesores, quienes debemos encontrar la manera de que los estudiantes lean a gusto, y no por obligación. Al mismo tiempo pienso que es una tarea casi imposible si no nos adaptamos a las nuevas tecnologías y formas de comunicar. Es hora de que los profesores empiecen a utilizar Wattpad para recomendar textos.